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President's Blog

Spanish unemployment

If I had a penny for every time someone has asked me be about Spain’s economic ills, George Mason University’s endowment would be taken care of by now.  In case anyone still cares to know, here’s my take.

The Bankinter Foundation for Innovation in Madrid (on whose board I serve) dedicated its Future Trends Forum last summer to the issue of unemployment in developed economies.  They recently published the report with some of the analysis and ideas (pdf in Spanish available here).

In short, I argue that Spain has a structural employment problem that is amplified by but independent of the current crisis.  And while getting out of the debt crisis must be priority number one, it is important that the structural causes be addressed or the problem won’t go away.  The main problems are: a rigid, two-tier labor market, lackluster performance in education outcomes and research, and a poor entrepreneurial climate.

The rest of my contribution, in Spanish, follows:

Es muy difícil resolver un problema si antes no se admite que se tiene. Así que empecemos por declararlo: España tiene un problema de empleo estructu­ral, acentuado por la actual crisis eco­nómica, pero independiente de ésta.  Aunque es fundamental que España encuentre una solución inmediata a la sangría económica causada por el en­carecimiento de su deuda soberana, la dinamización del mercado de trabajo requerirá reformas de calado que van más allá de la recuperación económica.

La economía española ha seguido un patrón de crecimiento y contracción hasta ahora similar al resto de Europa en el último lustro, y sin embargo el impacto de la recesión en las cifras de desempleo ha sido dramáticamente su­perior.  Mientras el paro en las grandes economías europeas (e incluso en Esta­dos Unidos) no ha pasado del 10%, en España se ha triplicado hasta superar el 25% y colocarse a la cola del mundo de­sarrollado. No es la primera vez que un frenazo en la economía dispara el des­empleo en España. Ni es la primera vez que el desempleo joven duplica la tasa general. De hecho, estas tendencias sis­temáticas señalan causas estructurales que requieren reformas estructurales.

Los expertos españoles e internacio­nales reunidos por la Fundación de la Innovación Bankinter en Junio de 2012 para analizar el problema de empleo en España, señalaron tres áreas clave (a parte del impacto de la actual crisis económica en la reducción de la demanda agregada): la ineficiencia del mercado laboral, el talento humano, y la creación de nuevas empresas.

La rigidez del mercado de trabajo es una lacra para la competitividad de España y sus posibilidades de crecimiento futuro. El World Economic Forum sitúa a España entre las posiciones 30 y 40 del mundo en términos de competitividad, muy por detrás de lo que sería de esperar en un país con su tamaño e infraestructura, en gran parte por la ineficiencia de su mer­cado laboral, que se sitúa por detrás de otras 118 naciones. Tanto en términos de negociación colectiva entre empleado­res y empleados, en flexibilidad salarial, facilidad de contratación y reducción de plantilla, pero también en producti­vidad, España se sitúa muy por detrás de las economías con las que compite.

El mercado laboral español, por ejemplo, tiene una estructura dual peculiar, con un grupo de trabajadores fijos, con altas protecciones laborales y elevado coste de separación, y otro grupo de trabaja­dores temporales con protección míni­ma. El sistema de negociación colectiva español está sesgado hacia el primer grupo y hace muy difícil la posibilidad de pactar ajustes salariales y de hora­rios de trabajadores fijos en situaciones económicas adversas (como sucede en Alemania y otros países europeos). La consecuencia es que el único mecanis­mo de ajuste posible es la eliminación de puestos de trabajo, que afecta princi­palmente (pero a la larga no exclusiva­mente) a los trabajadores temporales.

España tampoco despunta en cuanto a calidad educativa, lo que conlleva deficiencias competitivas en cuanto a innovación y productividad.  Si bien las cuotas de escolaridad y participación en educación terciaria son comparativa­mente altas, estudios de la OCDE sitúan a España por detrás de la media de los países desarrollados tanto en compren­sión verbal como en competencia en ma­temáticas y ciencias. Y según el ranking anual de universidades llevado a cabo por la universidad china Jiao Tong, España no cuenta con ninguna universidad en­tre las 200 mejores del mundo y con sólo cuatro entre las 300 mejores.  Mis propios análisis muestran una correlación muy alta (superior al 40%) entre el número de universidades de nivel mundial de un país según su tamaño, y su índice de competitividad.  Un sistema educativo de calidad es fundamental tanto en térmi­nos de productividad como de generación de innovación y nuevas tecnologías.

Finalmente, el empleo en España se ve perjudicado por un clima social e institucional que no favorece la creación de empresas de alto crecimiento, que son las que crean el empleo neto en la mayoría de las economías desarrolla­das. El Global Entrepreneurship Moni­tor sitúa a España por detrás del resto de economías avanzadas en cuando a expectativas de crecimiento de nuevas empresas, tasa de creación de empresas con productos innovadores o clientes in­ternacionales. Y el Banco Mundial coloca a España en la posición 44 en cuanto a facilidad de creación de empresas.

Estas tres áreas (rigidez del mercado de trabajo, deficiencias educativas y obstáculos a la creación y crecimien­to de empresas) son corresponsables de las deficiencias de empleo en Es­paña. Cualquier esfuerzo por resolver las deficiencias comparativas estructu­rales deberá atacar los tres frentes.

La situación económica actual se en­cuentra en una fase crítica que debe ser sin duda la mayor prioridad de todos los agentes políticos y económicos. Pero no debemos dejar que la crisis oculte los problemas de competitividad y empleo aún por resolver.  La prosperidad futu­ra de la sociedad española no se puede asegurar con el modelo social actual y es fundamental que todos los agentes se planteen cambios estructurales de fondo.

Las reformas del mercado de trabajo podrían inspirarse en el concepto euro­peo de “flexiguridad” que concede más flexibilidad a la empresa, y establece contingencias en la protección social del desempleado que incentivan su inser­ción laboral proactiva.  La dualidad del mercado de trabajo español debería ser eliminada y los sistemas de negociación colectiva, dramáticamente reformados.  El mercado laboral mejoraría en efi­ciencia si se establecieran mecanismos que faciliten la movilidad del trabajador dentro de España y de la Unión Euro­pea. Finalmente, desde un punto de vista fiscal, la presión impositiva debe­ría desplazarse del empleo al consumo, mediante rebajas de las cargas sociales al empleo compensadas con aumentos de diversos impuestos al consumo.

Los recortes de gasto público deberían respetar las áreas críticas para la competitividad como son la educación y la investigación, pero los sistemas de gobernanza y financiación deberían reformarse para permitir la diversidad de enfoques, premiar la excelencia y pedir cuentas a cada institución por sus resultados.  Y las políticas de in­migración y las carreras docentes e in­vestigadoras deberían reformarse para eliminar cualquier traba a la importa­ción de talento del resto del mundo.

Por último, España debería plantearse como objetivo de Estado, el escalar posiciones en las tablas internacionales y convertirse en uno de los entornos más abiertos del mundo para la crea­ción de empresas de alto rendimiento.